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Cuando el alma se apaga, no es flojera: es burnout

Cuando el alma se apaga, no es flojera: es burnout. Hay un momento en que el cuerpo sigue, pero el alma se detiene. Te levantas, cumples, sonríes… pero algo dentro ya no responde. No es pereza. No es falta de ganas. Es burnout.

El burnout no llega de un día para otro. Se construye lentamente, en silencio, entre responsabilidades, expectativas y exigencias que parecen no tener fin. Es ese cansancio que no se cura con dormir. Es sentir que das mucho, pero cada vez recibes menos sentido a cambio.

A veces empieza con pequeños síntomas: falta de concentración, irritabilidad, apatía o desmotivación. Luego aparece la desconexión emocional, esa sensación de mirar tu vida desde fuera, como si todo se volviera plano. Y ahí es cuando el alma empieza a decir basta.

Pero en Mauxita no vemos el burnout como una enfermedad. Lo entendemos como un llamado profundo a reconectar. Una señal de que algo dentro de ti necesita ser escuchado.

Escuchar antes de curar

La mayoría intenta solucionar el burnout con descanso, vacaciones o más productividad. Pero el burnout no se soluciona “haciendo”, se sana escuchando.

Por eso, en Mauxita, nuestro primer paso no es dar consejos, sino escuchar de verdad.
A través de la escucha activa, ofrecemos un espacio donde puedes hablar sin miedo a ser juzgado. Donde no tienes que ser fuerte, ni positivo, ni perfecto. Solo tú, con lo que sientes.

Porque cuando alguien te escucha de verdad, sin intentar arreglarte, algo empieza a ordenarse dentro.

De la exigencia al equilibrio

El burnout suele esconder una historia de autoexigencia, de querer demostrar, de cargar con todo. En nuestras sesiones trabajamos esa raíz: ayudamos a que la persona entienda sus límites, aprenda a ponerlos, y se permita descansar sin culpa.

No se trata de cambiar de trabajo o de vida de golpe, sino de reaprender a vivir en paz con uno mismo. A encontrar un ritmo más humano, más sincero, más tuyo.

Reconectar con el sentido

El último paso es volver al propósito. Porque cuando pierdes el “para qué”, todo se vuelve pesado. En Mauxita acompañamos a las personas a reconectar con lo que las hace vibrar, con aquello que da sentido a su día. No desde la exigencia de “ser felices”, sino desde la autenticidad.

Cuando eso ocurre, el burnout deja de ser una herida y se convierte en un punto de inflexión. Una oportunidad para renacer más consciente, más libre y más vivo.

En Mauxita no curamos síntomas. Acompañamos almas que quieren volver a sentir.
Porque detrás del cansancio no hay debilidad, hay sensibilidad.
Y cuando esa sensibilidad se escucha, vuelve la fuerza.

Cuando el alma se apaga, no es flojera: es burnout

Cuando el alma se apaga, no es flojera: es burnout. Hay un momento en que el cuerpo sigue, pero el alma se detiene. Te levantas, cumples, sonríes… pero algo dentro ya no responde. No es pereza. No es falta de ganas. Es burnout.
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Este cartel aún no es real, el proyecto sí

Este cartel aún no es real, el proyecto sí, a veces, antes de que algo exista, necesitamos imaginarlo. Darle forma, color y nombre, aunque todavía no tenga fecha ni lugar. Este cartel que ves no anuncia una conferencia confirmada, sino una intención que poco a poco se convierte en realidad. Representa una semilla que está germinando: el proyecto de una charla presencial sobre escucha activa, impulsada por Ágora Hubs y con Xavier Benet Gómez como ponente.

¿Por qué mostrar algo que todavía no ha sucedido? Porque todo proyecto nace primero de una visión. Este cartel no pretende engañar, sino compartir una ilusión en construcción. Es un recordatorio de que los grandes cambios comienzan cuando alguien se atreve a decir: “esto aún no existe, pero estoy trabajando para que exista”.
En un mundo que a menudo solo valora los resultados finales, este cartel pone en valor el proceso, la intención y la honestidad.

Ágora Hubs está trabajando en una conferencia diseñada para acercar la escucha activa a las personas y empresas que desean mejorar su comunicación, fortalecer vínculos y construir relaciones más humanas. No será una charla teórica, sino una experiencia vivencial donde los asistentes podrán practicar, reflexionar y descubrir el poder de escuchar de verdad.

La escucha activa no es solo oír lo que alguien dice; es comprender, conectar y estar presente. Es una habilidad esencial en la vida y en el trabajo, y sin embargo, pocas veces se enseña de manera práctica. Por eso este proyecto existe: para ofrecer un espacio donde se aprenda a escuchar sin juzgar, a acompañar sin interrumpir, y a comunicarse desde la empatía y la presencia.

Publicar este cartel es una forma de abrir el proceso, de invitar a la comunidad a acompañar el desarrollo de la conferencia. Queremos que quienes crean en la importancia de la escucha se sientan parte desde el inicio. A medida que avancemos, compartiremos cada paso: la estructura del evento, las dinámicas, los lugares posibles y las fechas tentativas.

Este cartel es, por tanto, una declaración de propósito. No anuncia un evento confirmado, sino una visión que está tomando cuerpo. Un compromiso público de que estamos trabajando en ello, con la misma atención y cuidado que promovemos en nuestras sesiones de escucha activa.

Gracias por acompañarnos en esta etapa temprana. Si algo enseña la escucha activa, es que el proceso de crear algo —como el proceso de entender a alguien— requiere paciencia, atención y confianza.
Hoy no tenemos una fecha, pero tenemos algo más importante: una dirección clara y el deseo genuino de construir espacios donde escuchar y ser escuchado vuelva a tener valor.

El cartel aún no es real.
El proyecto sí.
Y cada día está un poco más cerca.

Este cartel aún no es real, el proyecto sí

Este cartel aún no es real, el proyecto sí, a veces, antes de que algo exista, necesitamos imaginarlo. Darle forma, color y nombre, aunque todavía no tenga fecha ni lugar. Este cartel que ves no anuncia una conferencia confirmada, sino una intención que poco a poco se convierte en realidad. Representa una semilla que está germinando: el proyecto de una charla presencial sobre escucha activa, impulsada por Ágora Hubs y con Xavier Benet Gómez como ponente.
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Escuchar lo cambia todo

Escuchar lo cambia todo, en muchas empresas, los problemas no nacen por falta de talento, sino por falta de escucha. Las personas conviven a diario en entornos llenos de mensajes, tareas y objetivos, pero muy pocos espacios donde alguien escuche de verdad. La escucha activa no es una técnica: es una forma de relación que puede transformar una empresa desde dentro.

Cuando nadie escucha, la comunicación se rompe. Los malentendidos se multiplican, los equipos se desgastan y los conflictos se enquistan. Pero cuando alguien escucha activamente —sin juzgar, sin interrumpir, solo intentando comprender—, las cosas empiezan a ordenarse. La tensión baja, la claridad aumenta y el trabajo vuelve a fluir.

Uno de los mayores beneficios de la escucha activa es que reconecta a las personas con su propio valor. Muchos empleados no se sienten escuchados, ni por sus líderes ni por sus compañeros. Esto genera desmotivación, estrés y, finalmente, rotación. Escuchar no solo mejora el clima laboral: devuelve el sentido al esfuerzo diario.

A través de la escucha activa, se abordan problemas como la falta de comunicación interna, los conflictos entre compañeros, la pérdida de motivación o el estrés acumulado. En sesiones individuales, cada persona tiene un espacio donde puede expresar lo que le preocupa sin miedo a ser juzgada. Ese simple acto de ser escuchado con atención puede desbloquear meses de frustración y abrir nuevas perspectivas.

En Naxoswork, proponemos un formato sencillo pero transformador: dos sesiones mensuales individuales por videollamada. Es la frecuencia ideal para mantener un proceso constante sin invadir la rutina laboral. Cada conversación se convierte en un momento de pausa y reflexión, donde el trabajador puede ordenar emociones, ganar claridad y recuperar energía.

No se trata de terapia ni de charlas motivacionales. Se trata de crear un espacio humano dentro del entorno profesional, donde la comunicación vuelva a tener sentido. Las empresas que incorporan este tipo de acompañamiento no solo reducen conflictos o estrés: mejoran la productividad, la creatividad y la fidelidad del equipo.

Porque cuando una persona se siente escuchada, empieza a escucharse a sí misma.
Y cuando una empresa aprende a escuchar, todo cambia

Escuchar lo cambia todo

Escuchar lo cambia todo, en muchas empresas, los problemas no nacen por falta de talento, sino por falta de escucha. Las personas conviven a diario en entornos llenos de mensajes, tareas y objetivos, pero muy pocos espacios donde alguien escuche de verdad. La escucha activa no es una técnica: es una forma de relación que puede transformar una empresa desde dentro.

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Michael Jordan, poder aprender de la derrota

Michael Jordan, poder aprender de la derrota, cuando pensamos en Michael Jordan, lo primero que nos viene a la mente son sus seis títulos de la NBA, sus récords impresionantes y su nombre escrito con letras doradas en la historia del deporte. Pero lo que muchas personas no saben es que Jordan también perdió mucho. A lo largo de su carrera, sufrió derrotas en partidos importantes, enfrentó eliminaciones difíciles y experimentó la frustración de no lograr sus objetivos de inmediato.

Lo interesante de su historia es que nadie está libre de la derrota, ni siquiera los más grandes. La verdadera diferencia no está en cuántas veces ganas, sino en cómo manejas las veces que pierdes. Michael Jordan no permitió que la frustración lo detuviera; por el contrario, cada derrota se convirtió en una oportunidad para mejorar.

Aprender a no frustrarse ante la derrota es un proceso que todos podemos aplicar en nuestra vida diaria, ya sea en el deporte, en el trabajo o en cualquier meta personal. Aceptar que perder forma parte del camino es el primer paso. Nadie aprende sin cometer errores, y la frustración es solo una señal de que nos importa lo que estamos haciendo.

Jordan también nos enseña la importancia de analizar los errores con honestidad. En lugar de culpar al equipo, a los rivales o a la mala suerte, se enfocaba en qué podía mejorar él mismo. Este enfoque, basado en la autoevaluación y el aprendizaje, permite transformar la frustración en un impulso para crecer. Cada práctica, cada entrenamiento, cada esfuerzo adicional fue su manera de decir: “la próxima vez, lo haré mejor”.

Otro elemento clave es concentrarse en lo que podemos controlar. La derrota duele, pero gastar energía en lamentarse por factores externos solo nos mantiene estancados. Jordan enfocaba su energía en lo que dependía de él: su preparación física, su estrategia y su mentalidad. Aprender a separar lo que podemos cambiar de lo que no, es fundamental para superar cualquier obstáculo.

Finalmente, la perseverancia y la constancia son esenciales. Michael Jordan entendió que la superación no ocurre de la noche a la mañana. La verdadera grandeza llega a través del esfuerzo constante, de levantarse una y otra vez, y de convertir cada caída en un paso más hacia el éxito.

La lección que podemos tomar de su carrera es clara: todos enfrentamos derrotas, todos sentimos frustración, pero quienes aprenden de esos momentos, quienes los usan como impulso para mejorar y no como excusa para rendirse, son los que realmente se superan. Michael Jordan lo hizo, y su ejemplo nos recuerda que la grandeza no se mide solo por las victorias, sino por la capacidad de levantarse después de perder.

Si alguna vez te sientes desanimado, recuerda que incluso los mejores han caído, y que la diferencia está en cómo te levantas y sigues adelante. La derrota no es tu enemiga; es tu maestra.

Michael Jordan, poder aprender de la derrota

Michael Jordan, poder  aprender de la derrota, cuando pensamos en Michael Jordan, lo primero que nos viene a la mente son sus seis títulos de la NBA, sus récords impresionantes y su nombre escrito con letras doradas en la historia del deporte. Pero lo que muchas personas no saben es que Jordan también perdió mucho. A lo largo de su carrera, sufrió derrotas en partidos importantes, enfrentó eliminaciones difíciles y experimentó la frustración de no lograr sus objetivos de inmediato.

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Cuando gritas, pierdes la razón

Cuando gritas, pierdes la razón, enfadarse es humano, natural y, en muchas ocasiones, totalmente legítimo. El enfado es una emoción que aparece cuando sentimos que se han traspasado nuestros límites, cuando no se nos ha tratado con el respeto que merecemos o cuando percibimos una injusticia. En ese momento, tener enfado significa tener razón, porque la emoción está conectada con una necesidad real y con algo que no funciona como debería. Sin embargo, lo que ocurre muchas veces es que, aunque el motivo sea válido, la forma en la que expresamos ese enfado hace que perdamos credibilidad y la razón deje de estar de nuestro lado. Es en ese punto donde el grito se convierte en enemigo.

Cuando una persona eleva la voz

Su mensaje deja de ser el protagonista y pasa a serlo su tono. Aunque las palabras tengan peso, el grito las distorsiona. La otra persona deja de escuchar lo que decimos y se centra únicamente en cómo lo decimos. El contenido se diluye detrás de una barrera de agresividad, y lo que podía ser una conversación para resolver un conflicto termina convirtiéndose en una batalla de egos donde el fondo importa menos que la forma. Es como si la verdad quedara atrapada en un envoltorio que nadie quiere abrir.

La paradoja es que el grito, que nace con la intención de reforzar nuestro mensaje, en realidad lo debilita. Cuando gritamos, provocamos que la otra persona se ponga a la defensiva, que se cierre en lugar de abrirse, que se proteja en lugar de comprendernos. Lo que buscábamos era ser escuchados, pero al final logramos el efecto contrario: nos convertimos en alguien que solo proyecta ira, y ya no importa tanto si teníamos razón o no. La emoción es legítima, sí, pero la forma en la que la canalizamos nos hace perder poder.

Mantener la calma

No significa callarse ni aguantar lo que no nos gusta. Significa expresar con claridad y firmeza lo que sentimos y lo que necesitamos, pero sin dejar que el volumen eclipse el contenido. No es lo mismo gritar “¡Siempre me ignoras!” que decir con voz firme “Necesito que me escuches cuando hablo”. En el primer caso, la frase se convierte en un ataque que invita al otro a defenderse; en el segundo, es una necesidad expresada que abre la puerta a que el otro pueda comprendernos. La diferencia no está en el fondo del mensaje, sino en la forma en la que lo transmitimos.

El verdadero poder de alguien que tiene razón no está en levantar la voz, sino en mantener la serenidad suficiente para que su mensaje llegue claro y directo. Gritar puede dar una sensación de victoria momentánea, como si hubiéramos demostrado nuestra fuerza, pero lo que conseguimos en realidad es que se pierda de vista la causa que nos dio ese enfado. La calma, en cambio, nos permite defender nuestro punto con dignidad, sin que nadie pueda desviar la atención hacia nuestro tono. En definitiva, quien controla su forma de expresarse no solo conserva la razón, sino que multiplica su fuerza.

Cuando gritas, pierdes la razón

Cuando gritas, pierdes la razón, enfadarse es humano, natural y, en muchas ocasiones, totalmente legítimo. El enfado es una emoción que aparece cuando sentimos que se han traspasado nuestros límites, cuando no se nos ha tratado con el respeto que merecemos o cuando percibimos una injusticia. En ese momento, tener enfado significa tener razón, porque la emoción está conectada con una necesidad real y con algo que no funciona como debería. Sin embargo, lo que ocurre muchas veces es que, aunque el motivo sea válido, la forma en la que expresamos ese enfado hace que perdamos credibilidad y la razón deje de estar de nuestro lado. Es en ese punto donde el grito se convierte en enemigo.
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No te define tu infancia

No te define tu infancia, ¿Alguna vez te has preguntado por qué ciertas emociones o miedos te persiguen incluso décadas después de que los problemas parecieran haber quedado atrás? La verdad es que todos cargamos con huellas de nuestra infancia, y algunas de ellas pueden sentirse como cadenas invisibles que limitan nuestra vida adulta. Pero aquí está la buena noticia: esas cadenas no son inquebrantables.

Cuando somos niños, cada experiencia deja un registro profundo en nuestra mente y nuestro corazón. Los abandonos, las críticas constantes, el miedo a no ser suficiente, los conflictos familiares… todo esto se almacena, formando patrones que muchas veces replicamos sin darnos cuenta. Por ejemplo, alguien que creció sintiéndose invisible puede tener dificultades para pedir ayuda o expresar sus necesidades como adulto. Otro que sufrió críticas severas puede vivir con un temor constante al juicio ajeno. Es fácil pensar que “así somos” y que no hay manera de cambiarlo.

Pero no todo está perdido. La ciencia nos recuerda algo poderoso: el cerebro es plástico. Eso significa que aunque ciertas experiencias nos hayan marcado, nuestro sistema nervioso y nuestra mente tienen la capacidad de reorganizarse, adaptarse y aprender nuevas formas de vivir y relacionarnos. Sí, podemos reescribir parte de nuestra historia emocional. Podemos desarrollar nuevas respuestas, transformar heridas en aprendizajes y construir patrones más saludables.

El primer paso es reconocer que nuestras experiencias pasadas no nos definen, solo nos han influido. Desde ahí, podemos explorar caminos de crecimiento: terapia, coaching, mindfulness, ejercicio de autocompasión, práctica de límites saludables y relaciones que nos nutran. Cada pequeño cambio cuenta, y cada esfuerzo tiene un efecto acumulativo. No se trata de borrar el pasado, sino de integrar lo que vivimos y convertirlo en una herramienta para fortalecer nuestra vida actual.

Existen historias de personas que lograron trascender traumas profundos. No porque hayan olvidado su infancia, sino porque decidieron enfrentarse a ella con valentía, comprensión y constancia. Aprendieron a reconocer sus emociones sin dejar que estas los controlaran, a construir relaciones más sanas y a valorarse a sí mismos de formas que antes les parecían imposibles.

Si estás leyendo esto y sientes que tus experiencias de la infancia aún te afectan, recuerda algo esencial: no estás solo. Todos tenemos heridas y todos tenemos la capacidad de progresar. Cada paso hacia el autocuidado y la comprensión de uno mismo es un paso hacia una vida más libre y plena. La infancia puede habernos marcado, pero no nos condena. Puedes sanar, crecer y reinventarte. La historia que escribas a partir de ahora depende de ti.

No te define tu infancia

No te define tu infancia, ¿Alguna vez te has preguntado por qué ciertas emociones o miedos te persiguen incluso décadas después de que los problemas parecieran haber quedado atrás? La verdad es que todos cargamos con huellas de nuestra infancia, y algunas de ellas pueden sentirse como cadenas invisibles que limitan nuestra vida adulta. Pero aquí está la buena noticia: esas cadenas no son inquebrantables.
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Escucha activa o eres estúpido

Si crees que escuchas y no lo haces de verdad, eres estúpido. Sí, lo digo sin rodeos. Crees que prestar atención es solo oír palabras mientras tu mente divaga. Estúpido. Crees que entiendes, pero solo filtras lo que te conviene, ignorando emociones, gestos y silencios. Estúpido. Crees que responder rápido te hace eficiente, pero solo demuestra que no escuchaste nada. Estúpido.

La escucha activa es tu antídoto. Escuchar bien significa estar presente, percibir lo que se dice y lo que no se dice, captar matices, intenciones y emociones. Es escuchar antes de reaccionar, pensar antes de actuar. La escucha activa te protege de errores estúpidos, decisiones estúpidas y conflictos estúpidos.

En tu trabajo, cada reunión es un campo de minas. No escuchar te convierte en estúpido. Malentendidos, clientes insatisfechos, oportunidades perdidas: todo porque no pusiste atención. Escuchar bien significa entender lo que otros realmente quieren decir, anticipar problemas y tomar decisiones inteligentes. Ignorarlo… estúpido.

En tu vida personal ocurre igual. Discusiones con tu pareja, conflictos con amigos o hijos, momentos que podrían ser simples y felices se complican porque no escuchaste. Cada vez que ignoras o interrumpes, eres estúpido. Escuchar bien evita dramas innecesarios y genera confianza y conexión. La sensatez empieza por escuchar. Si no lo haces… estúpido otra vez.

La escucha activa también incluye gestionar tus propias emociones. No puedes escuchar si estás estresado, enojado o distraído. Cada prejuicio, cada juicio rápido, cada reacción impulsiva te hace estúpido. Aprender a pausar, respirar y prestar atención sin interferencias es esencial para no ser estúpido.

Escuchar no es pasividad. Escuchar es acción inteligente. Hacer preguntas, clarificar, reflejar lo que otros sienten, adaptarte: eso te hace sensato, eficaz y humano. Ignorarlo, reaccionar sin comprender… estúpido.

Cada conversación es una oportunidad: puedes ser inteligente o estúpido. Cada decisión que tomas después de escuchar bien es un paso hacia la sensatez; cada decisión que tomas sin escuchar… adivina: estúpido.

Al final, la escucha activa es tu mejor defensa contra ser estúpido. No es teoría, no es un lujo, no es opcional. Es el antídoto contra errores, conflictos y decisiones tontas, en el trabajo y en la vida. Escucha bien, reflexiona, comprende. O sigue siendo estúpido.

La elección es clara: escucha activa o eres estúpido. Sí, suena duro, pero funciona. Ser estúpido duele más de lo que crees. Escucha, y deja de serlo.

Si crees que escuchas y no lo haces de verdad, eres estúpido. Sí, lo digo sin rodeos. Crees que prestar atención es solo oír palabras mientras tu mente divaga. Estúpido. Crees que entiendes, pero solo filtras lo que te conviene, ignorando emociones, gestos y silencios. Estúpido. Crees que responder rápido te hace eficiente, pero solo demuestra que no escuchaste nada. Estúpido.

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Ágora Hubs

Ágora Hubs será un espacio pensado para empresas, emprendedores y profesionales que quieran fortalecer sus relaciones, ya sea con compañeros de trabajo, colaboradores, familiares o equipos de proyecto. Su objetivo será transformar la escucha activa en experiencias que generen vínculos sólidos y relaciones más efectivas.

En cada conferencia, los participantes descubrirán cómo aplicar la escucha activa para comprender mejor a los demás, reducir conflictos y fomentar la colaboración. Se plantearán situaciones reales y se propondrán herramientas prácticas que podrán aplicar de inmediato en su entorno profesional y personal.

Quienes asistan vivirán encuentros dinámicos y participativos: habrá momentos para compartir experiencias, plantear retos comunes y explorar soluciones en grupo. Además, se fomentará un ambiente donde conectar con otros será fácil, generando diálogo, confianza y redes de colaboración que podrán mantenerse más allá de la conferencia.

Ágora Hubs también ofrecerá experiencias exclusivas con invitados especiales, líderes y expertos que enriquecerán las sesiones con ejemplos inspiradores y consejos prácticos. Cada encuentro estará diseñado para que los participantes salgan con claridad sobre cómo abordar sus retos, nuevas herramientas y motivación para mejorar sus relaciones.

En Ágora Hubs, la escucha activa no será solo un concepto: será una herramienta para crear relaciones más sólidas, generar comprensión y transformar la manera en que interactuamos con los demás.
Y esto es solo el inicio: en los próximos artículos seguiremos contando la historia de Ágora Hubs, compartiendo nuevas ideas, aprendizajes y experiencias que no querrás perderte.

Ágora Hubs será un espacio pensado para empresas, emprendedores y profesionales que quieran fortalecer sus relaciones, ya sea con compañeros de trabajo, colaboradores, familiares o equipos de proyecto. Su objetivo será transformar la escucha activa en experiencias que generen vínculos sólidos y relaciones más efectivas.

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Costuras invisibles

Costuras invisibles, vivimos en un mundo que mide todo con resultados visibles: metas alcanzadas, logros claros, listas de tareas completadas. Pero hay cambios que no se ven. Que suceden en silencio. Que se tejen poco a poco. Eso son las costuras invisibles.

En mis sesiones de escucha activa no se trata de dar soluciones inmediatas ni de perseguir objetivos concretos. Se trata de crear un espacio donde la persona pueda explorar, sentir y ser escuchada. Es allí donde doy herramientas y parámetros: cómo respirar antes de reaccionar, cómo no juzgar impulsivamente, cómo poner atención a lo que realmente ocurre dentro de uno mismo. Son pequeñas instrucciones, sencillas, pero poderosas.

La transformación no ocurre durante la sesión. Ocurre después, en el mundo real. Cuando la persona recuerda respirar antes de contestar mal, cuando nota que puede observar sus emociones sin dejarse arrastrar por ellas, cuando empieza a reaccionar con más calma y claridad. Esas son las puntadas invisibles que se van tejiendo en su vida emocional.

Lo disruptivo de estas costuras invisibles es que funcionan sin que la persona busque un cambio deliberado. No necesita proponerse metas ni seguir planes estrictos. Cada sesión deja una semilla: un pequeño parámetro aprendido, una herramienta que se aplica de manera intuitiva, que fortalece el equilibrio emocional y la capacidad de gestión interna.

Con el tiempo, y sin darse cuenta, todo cambia. La vida de la persona se siente más ligera, más clara, más conectada consigo misma. Sus emociones están menos fragmentadas, sus relaciones más armoniosas, y su capacidad de reaccionar con calma y atención se ha incrementado. Todo gracias a esas puntadas invisibles sembradas en las sesiones de escucha activa.

En un mundo obsesionado con la productividad y los resultados inmediatos, las costuras invisibles son un recordatorio de que el verdadero progreso puede ser silencioso, intangible y profundamente transformador. Porque no siempre se trata de lo que haces durante la sesión, sino de cómo lo llevas a tu vida diaria.

Costuras invisibles, vivimos en un mundo que mide todo con resultados visibles: metas alcanzadas, logros claros, listas de tareas completadas. Pero hay cambios que no se ven. Que suceden en silencio. Que se tejen poco a poco. Eso son las costuras invisibles.
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No soy el coach de todo el mundo

No soy el coach de todo el mundo, durante un tiempo pensé que podía acompañar a cualquier persona. Que bastaba con escuchar, con estar presente, con dar un espacio seguro, y el cambio sucedería por sí mismo. Suena bonito, pero es falso. La realidad es mucho más dura: no todo el mundo quiere, ni puede, ni está preparado para trabajar en sí mismo. Y yo no estoy aquí para engañarme ni para engañar a nadie.

He aprendido que un coach no es un superhéroe. Yo no lo soy. Y por eso me pongo límites claros: trabajo solo con adultos. No porque los jóvenes no necesiten apoyo, sino porque sé en qué terreno puedo aportar de verdad. Reconocer mis fronteras me hace más honesto y más responsable. Prefiero decir “aquí no” que vender humo o jugar a ser un salvador universal.

También entendí que hay problemas que no son mi campo. Y ahí está una de las verdades incómodas de esta profesión: cuando alguien trae un dolor que no sé trabajar, lo más ético que puedo hacer es derivar. No todos quieren escucharlo, pero el coaching no sustituye a la terapia ni a la medicina. Aceptar esto me da credibilidad, porque significa que no me pongo por encima de lo que no me corresponde.

Pero lo más desafiante no es la edad ni el tipo de problema. El muro real es la actitud. Muchas personas llegan con la idea de que con “charlar” ya basta, como si la sesión fuera un bálsamo mágico. Se relajan, cuentan su historia, se descargan emocionalmente… y esperan salir transformados solo por hablar. Ese es el autoengaño más grande que existe en coaching.

Hablar está bien, incluso es necesario. Yo lo llamo escucha activa, y es un espacio liberador donde la persona se desprende de lo que lleva dentro, comparte sus miedos, sus preocupaciones, sus logros. La escucha activa da claridad y ligereza, pero no cambia tu vida por sí sola.

El verdadero cambio aparece cuando el cliente trabaja para alcanzar un objetivo. Y ahí entra lo que yo llamo coaching con PNL. No es un desahogo, es un proceso de compromiso. Es el momento de cuestionar creencias, probar nuevas estrategias, tomar decisiones y actuar. Yo puedo acompañarte, retarte, ayudarte a ver lo que no ves, pero el trabajo real lo haces tú. Sin acción, no hay transformación.

Y aquí viene algo importante: cuando la persona ya ha alcanzado su objetivo, la escucha activa puede volver como un espacio de mantenimiento emocional. No cada semana, sino quizás cada quince días o una vez al mes. Un lugar donde contar sus miedos y felicidades, revisar lo aprendido y seguir cuidando su mundo interior. En ese punto, la escucha activa no es un escape, sino un complemento que da continuidad.

Así que lo digo sin rodeos: no quiero clientes que solo quieran hablar. Quiero personas que quieran transformarse. Personas que entienden que charlar libera, pero trabajar compromete. Personas que saben que el cambio no ocurre en la sesión, sino en la vida real, cuando aplican lo que descubren.

Aceptar esto me liberó. Dejar de querer ser “el coach de todos” me dio fuerza. Porque ahora sé que cuando alguien se sienta conmigo es porque realmente está listo para moverse. Y esa es la base del cambio: compromiso.

Por eso lo digo alto y claro: no soy el coach de todo el mundo, ni quiero serlo. Y si lo que buscas es solo desahogarte, probablemente no soy para ti. Pero si lo que quieres es enfrentarte de verdad a ti mismo, aunque duela, aunque incomode, aunque te saque de la zona segura… entonces sí, aquí empieza tu proceso.

No soy el coach de todo el mundo

No soy el coach de todo el mundo, durante un tiempo pensé que podía acompañar a cualquier persona. Que bastaba con escuchar, con estar presente, con dar un espacio seguro, y el cambio sucedería por sí mismo. Suena bonito, pero es falso. La realidad es mucho más dura: no todo el mundo quiere, ni puede, ni está preparado para trabajar en sí mismo. Y yo no estoy aquí para engañarme ni para engañar a nadie.

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