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¿Charlie Kirk merecía morir?

¿Charlie Kirk merecía morir?
Esa fue la primera pregunta que me vino a la mente cuando leí la noticia de su muerte. Kirk, fundador de Turning Point USA, fue un activista conservador que defendía con vehemencia ideas que dividían: minimizaba el racismo sistémico, rechazaba los derechos de las personas LGBTQ+, criticaba la inmigración y usaba un discurso que muchos consideran una versión moderna de la teoría de la “gran sustitución”.

Al enterarme de su asesinato, sentí una mezcla de emociones contradictorias. Parte de mí experimentó alivio: un hombre que, a mi juicio, difundía odio y desprecio hacia ciertos grupos ya no podría seguir haciéndolo. Pero inmediatamente después me invadió la culpa. ¿Cómo podía sentir alivio por la muerte de alguien, aunque sus ideas fueran tan dañinas para otros?

Ahí comenzó mi disyuntiva.

Por un lado, creo que toda vida tiene valor y que la violencia nunca debe ser la respuesta. Nadie debería morir por lo que piensa o dice, por radical que sea su discurso. Incluso alguien como Charlie Kirk tenía derecho a vivir, a equivocarse, a cambiar de opinión.

Por otro lado, no puedo ignorar el daño que su mensaje causaba. Sus palabras eran especialmente duras hacia quienes en Estados Unidos eran negros, latinos o parte de la comunidad LGBTQ+. Para quienes pertenecen a estas comunidades, su voz era un recordatorio constante de que había gente que los consideraba menos humanos. No sé si su desprecio alcanzaba a personas de otros países o culturas, como europeos o asiáticos, pero sí sé que el efecto de su mensaje fue real y doloroso para muchos.

Además, me pregunto si su muerte lo convertirá en mártir. ¿Fortalecerá su mensaje entre quienes ya lo seguían, o incluso atraerá nuevos seguidores, dentro y fuera de Estados Unidos? No puedo predecirlo. Lo único que puedo controlar es mi reacción: no celebrando su muerte, sino reflexionando sobre cómo puedo actuar de manera distinta a la violencia que él propagaba.

Este conflicto me recordó algo que valoro profundamente: la escucha activa.

La escucha activa no es pasiva ni pasarse por alto. No es quedarse callado. Es prestar atención real al otro, aunque lo que diga duela o moleste. Escuchar para entender, no solo para responder. Cuando de verdad escuchamos, incluso a quien piensa distinto, podemos descubrir qué miedos, dolores o resentimientos impulsan sus palabras.

No se trata de justificar el odio. Se trata de romper el ciclo en el que la violencia genera más violencia. Tal vez, si más personas —incluido yo mismo— practicáramos la escucha sincera y la empatía, podríamos evitar que el dolor se transforme en discursos que hieren y dividen.

No tengo todas las respuestas. No sé si mi alivio es justo o si debería sentir solo tristeza. Lo único que sé es que puedo elegir no celebrar la muerte de nadie. En su lugar, puedo comprometerme a construir espacios donde la escucha sincera, la empatía y la comprensión sean la base para el cambio.

¿Charlie Kirk merecía morir?

¿Charlie Kirk merecía morir?
Esa fue la primera pregunta que me vino a la mente cuando leí la noticia de su muerte. Kirk, fundador de Turning Point USA, fue un activista conservador que defendía con vehemencia ideas que dividían: minimizaba el racismo sistémico, rechazaba los derechos de las personas LGBTQ+, criticaba la inmigración y usaba un discurso que muchos consideran una versión moderna de la teoría de la “gran sustitución”.

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Escucha que salva

Escucha que salva, en momentos de desesperanza, cuando una persona se enfrenta a pensamientos suicidas, cada palabra escuchada puede marcar la diferencia. La escucha activa, aplicada desde el coaching profesional y la PNL, no es solo una técnica: es un espacio donde la persona puede sentirse vista, comprendida y acompañada, incluso en sus emociones más intensas y complejas.

Sentirse comprendido transforma

Cuando alguien que atraviesa pensamientos suicidas recibe escucha activa, ocurre algo profundo: se siente entendido y validado. Este simple acto de atención plena puede disminuir la sensación de aislamiento y desesperanza. Saber que alguien está realmente escuchando sin juzgar crea un puente hacia la conexión humana, un lugar seguro donde se pueden expresar emociones que normalmente se mantienen ocultas por miedo, vergüenza o incomprensión.

La escucha activa permite que la persona explore sus pensamientos más oscuros de manera segura. Al verbalizar lo que siente, puede identificar patrones, emociones subyacentes y factores desencadenantes que antes parecían imposibles de reconocer. Esta claridad no solo alivia, sino que también abre la puerta a posibles soluciones y caminos de acción, incluso en medio de una crisis emocional.

Liberar tensión emocional y activar recursos internos

Hablar en un espacio seguro genera un efecto inmediato: la liberación de tensión emocional. Al recibir escucha activa, la persona puede descargar emociones acumuladas, reducir la presión interna y experimentar un alivio tangible.

Pero la escucha activa va más allá del alivio momentáneo: también activa recursos internos. Como coach profesional de PNL, tu intervención puede guiar a la persona a reconocer sus propias capacidades y alternativas. A través de preguntas estratégicas y reencuadres, el coaching ayuda a que el individuo vea opciones que antes parecían inexistentes, reconectando con su fuerza y resiliencia.

Reflejar, clarificar y empoderar

Una parte fundamental de la escucha activa profesional es reflejar y clarificar lo que la persona expresa. Este proceso tiene efectos transformadores:

  • La persona siente que su mensaje es comprendido profundamente.
  • Gana conciencia de sí misma, observando sus pensamientos y emociones desde otra perspectiva.
  • Se fortalece un espacio seguro, donde puede explorar ideas difíciles sin miedo a ser juzgada.

En este contexto, el coach no reemplaza la intervención médica ni realiza diagnósticos; su función es acompañar, contener y empoderar, ofreciendo claridad y herramientas para que la persona actúe desde su propia fuerza interna.

Esperanza y acción

La escucha activa profesional tiene un poder que no se puede subestimar: ofrece contención, claridad y posibilidad de acción. Para alguien con pensamientos suicidas, esto puede ser un salvavidas emocional. Cada palabra reflejada, cada pausa respetada y cada emoción validada contribuyen a que la persona se sienta menos sola, más comprendida y capaz de avanzar, incluso en medio de la tormenta emocional.

En coaching profesional y PNL, la escucha activa se convierte así en una experiencia transformadora, capaz de acompañar a personas en situaciones críticas hacia la claridad, la esperanza y la acción consciente. Escuchar de verdad, con atención y estrategia, puede salvar vidas.

Escucha que salva

Escucha que salva
En momentos de desesperanza, cuando una persona se enfrenta a pensamientos suicidas, cada palabra escuchada puede marcar la diferencia. La escucha activa, aplicada desde el coaching profesional y la PNL, no es solo una técnica: es un espacio donde la persona puede sentirse vista, comprendida y acompañada, incluso en sus emociones más intensas y complejas.

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Mis primeros pasos en Neting

Mis primeros pasos en Neting en septiembre siempre trae consigo la sensación de comenzar una nueva etapa. Para muchos significa volver a la rutina, retomar proyectos o incluso iniciar otros desde cero. En mi caso, este mes de septiembre marca el inicio de un camino que me ilusiona especialmente: mis primeros pasos en Neting.

Para quienes aún no lo conocen, Neting es una plataforma que conecta a profesionales y emprendedores de diferentes sectores con un objetivo común: crear sinergias reales que nos permitan crecer juntos. No se trata únicamente de conseguir clientes o generar contactos, sino de construir relaciones basadas en la confianza, la colaboración y la ayuda mutua. Y para mí, que creo firmemente en el poder de la escucha y de las conexiones humanas, es un espacio que encaja perfectamente con mis valores.

El valor de empezar algo nuevo

Un primer paso siempre está cargado de expectativas. Entrar en Neting me genera la emoción de salir de mi zona de confort, de abrirme a conocer a otros profesionales que, como yo, han decidido apostar por el crecimiento compartido. Sé que cada reunión, cada intercambio y cada conversación es una oportunidad para aprender, para descubrir nuevas perspectivas y para aportar también mi granito de arena.

Al principio, como en todo comienzo, puede aparecer la incertidumbre: ¿encajaré en el grupo? ¿podré aportar valor desde mi especialidad? Pero al mismo tiempo, hay algo mucho más fuerte: la convicción de que cuando trabajamos juntos, crecemos más rápido y con más solidez.

Lo que Neting me puede aportar

Entrar en una red como Neting me ofrece tres cosas que valoro profundamente:

  1. Comunidad: no se trata de caminar solo, sino de formar parte de un grupo de personas que se apoyan y se impulsan mutuamente.
  2. Visibilidad: gracias a las conexiones y presentaciones, más personas podrán conocer mi proyecto y lo que hago como coach en gestión emocional.
  3. Sinergias: la verdadera riqueza está en encontrar puntos en común con otros emprendedores, descubrir cómo podemos complementarnos y generar proyectos que beneficien a todos.

Sé que este camino me permitirá no solo crecer profesionalmente, sino también como persona. Porque cada intercambio con otros miembros es, en el fondo, un aprendizaje sobre la forma en que trabajamos, nos relacionamos y entendemos el mundo empresarial.

Lo que yo aporto a Neting

Mi trabajo se centra en la gestión emocional y las relaciones interpersonales. Soy coach en gestión emocional y utilizo herramientas como la escucha activa y la PNL para acompañar a personas y empresas a mejorar su bienestar.

En el ámbito personal, ayudo a quienes desean gestionar mejor el estrés, fortalecer la motivación o mejorar su manera de relacionarse con los demás. En el ámbito empresarial, a través de Naxoswork, me enfoco en la escucha activa aplicada a equipos y directivos, con el fin de crear un clima laboral más humano y saludable.

En definitiva, mi aporte a Neting es poner las emociones y la comunicación en el centro. Porque cuando sabemos escucharnos y escuchamos a los demás, las relaciones profesionales y personales se transforman.

Una reflexión final

Dar mis primeros pasos en Neting no es solo un movimiento estratégico para mi negocio. Es, sobre todo, una decisión personal de crecer acompañado, de creer en la fuerza de la colaboración y de seguir aprendiendo de otros profesionales que también están construyendo sus sueños.

Comenzar en un lugar nuevo nunca es fácil, pero siempre merece la pena. Estoy convencido de que este camino me llevará a nuevas conexiones, a proyectos compartidos y a seguir reforzando algo en lo que creo profundamente: que cuando las emociones se gestionan bien, todo fluye mejor, también en el mundo de los negocios.

Mis primeros pasos en Neting

Mis primeros pasos en Neting en septiembre siempre trae consigo la sensación de comenzar una nueva etapa. Para muchos significa volver a la rutina, retomar proyectos o incluso iniciar otros desde cero. En mi caso, este mes de septiembre marca el inicio de un camino que me ilusiona especialmente: mis primeros pasos en Neting.
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La ciudad desde otra mirada

Antes, caminar por la ciudad era algo natural. Mis piernas me llevaban sin pensarlo demasiado. Subía escaleras, cruzaba calles, tomaba el bus sin mirar si había algún obstáculo. La ciudad parecía cercana, fluida, casi predecible. Pero todo cambió cuando mi movilidad se transformó y la silla de ruedas se convirtió en mi compañera constante. De repente, la ciudad empezó a hablarme de otra manera.

Ayer lo volví a sentir con fuerza. Tenía que ir al neurólogo y me dirigí a la parada del autobús en Muntaner. Pensé en subir al bus como lo hacía antes, confiado. Pero cuando llegó, descubrí que no tenía rampa. No había forma de subir. Lo que para muchos es un gesto automático se convirtió para mí en un obstáculo insalvable. Tuve que bajar toda la calle con la silla de ruedas hasta llegar al clínico. Y por suerte, mi silla es eléctrica; si no lo fuera, aquel recorrido habría sido muchísimo más difícil, incluso imposible sin ayuda.

Mientras avanzaba, cada bordillo, cada inclinación y cada cruce me recordaban que ya no podía moverme como antes. Pero también empecé a notar cosas que antes pasaban desapercibidas: la textura del pavimento bajo las ruedas, los sonidos del tráfico y de los pasos de los demás, el ritmo de la ciudad visto desde una altura diferente. Cada detalle se volvió más intenso, más vivo, más presente.

Ahora mi percepción ha cambiado profundamente. Valoro los pequeños gestos de quienes ayudan, las rampas que permiten subir o bajar sin esfuerzo, los ascensores accesibles y los espacios abiertos. La ciudad dejó de ser un simple lugar físico y se convirtió en un conjunto de experiencias, de detalles y de desafíos. Antes caminaba sin pensar; ahora ruedo con conciencia, paciencia y atención. Cada esquina, cada obstáculo, cada tramo de calle es parte de una historia que voy descubriendo a cada instante.

Claro que hay frustración. La ciudad todavía tiene muchas barreras. Algunas calles parecen diseñadas sin pensar en quienes nos movemos de manera diferente. Pero también hay belleza en esta nueva mirada que he ganado: la capacidad de ver lo que antes no veía, de sentir la ciudad de otra forma, de aprender la paciencia y la resiliencia. La libertad ya no es caminar sin pensar; la libertad ahora es rodar con fuerza, con decisión y con atención, disfrutando cada recorrido que puedo hacer por mis propios medios.

La ciudad sigue siendo la misma, pero mis ojos la ven diferente. Cada giro de rueda, cada movimiento, cada nuevo camino me enseña algo que antes daba por sentado. Me recuerda que mirar desde otra perspectiva no es solo cuestión de altura o movilidad, sino de sensibilidad, empatía y comprensión hacia lo que nos rodea. Aunque los obstáculos sigan ahí, cada recorrido confirma que ver la ciudad desde otra mirada puede enseñarnos más que caminar nunca nos mostró.

La ciudad desde otra mirada

Antes, caminar por la ciudad era algo natural. Mis piernas me llevaban sin pensarlo demasiado. Subía escaleras, cruzaba calles, tomaba el bus sin mirar si había algún obstáculo. La ciudad parecía cercana, fluida, casi predecible. Pero todo cambió cuando mi movilidad se transformó y la silla de ruedas se convirtió en mi compañera constante. De repente, la ciudad empezó a hablarme de otra manera.

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¿Qué cosas pueden cambiar tu vida?

Una pregunta que descoloca

No es una pregunta cualquiera.
¿Qué cosas pueden cambiar tu vida?
Muchos pensarán en dinero, viajes, un nuevo trabajo, un gran golpe de suerte. Pero lo que de verdad transforma no suele venir de fuera, sino de lo invisible, de lo que no miramos porque vamos demasiado rápido.

La respuesta no siempre es hacer más. A veces, el cambio llega cuando decides hacer menos.

Hablar menos para entender más

Vivimos en un mundo que nos invita a hablar sin parar. Gritamos opiniones, respondemos sin pensar, llenamos silencios porque nos incomodan.
Y sin embargo, en ese ruido constante, se nos escapa lo esencial: escuchar.

Hablar menos no es perder influencia, es ganar visión.
Cuando bajas el volumen de tu voz, se abre un espacio en el que empiezas a descubrir lo que realmente ocurre. Y ahí, tu vida cambia.

El punto de inflexión: escuchar

Recuerda la última vez que alguien te escuchó de verdad.
No con prisas. No esperando su turno para hablar.
Sino estando presente, contigo, sin juicio.

Seguramente te sentiste más ligero, menos solo, más comprendido.
Ese es el poder de la escucha activa: no solo cambia cómo te relacionas con los demás, también cambia cómo te relacionas contigo mismo.

Entender antes de reaccionar

Gran parte de los conflictos personales y profesionales nacen de lo mismo: nadie se siente entendido.
Cuando eliges escuchar primero y responder después, ocurre algo disruptivo:

  • La tensión baja.
  • El entendimiento crece.
  • Y las relaciones se transforman.

Eso puede cambiar tu vida más que cualquier manual de autoayuda.

El silencio también comunica

En “Habla menos, entiende más” enseñamos algo que rara vez se dice: el silencio no es vacío, es información.
Los gestos, las pausas, la mirada… comunican más que mil discursos.
Cuando aprendes a leer lo que no se dice, el mundo deja de ser confuso y empieza a ser claro.

Escucharte a ti mismo

La escucha no es solo hacia fuera. También es hacia dentro.
¿Cuántas veces ignoras tus propias emociones porque vas con el piloto automático?
Escucharte significa atreverte a preguntarte:

  • ¿Qué necesito ahora?
  • ¿Por qué me siento así?
  • ¿Qué dirección quiero tomar?

Ese simple ejercicio puede ser el cambio más profundo que hagas en toda tu vida.

Entonces, ¿qué cosas cambian tu vida?

No es un ascenso, ni un coche nuevo, ni mudarte a otro país.
Lo que cambia tu vida son esos actos pequeños y radicales:

  • Callar para dar espacio.
  • Escuchar en vez de interrumpir.
  • Entender antes de reaccionar.
  • Conectar en lugar de imponer.

Cambias tú, y cambia todo a tu alrededor.

El cambio empieza en grupo

El programa “Habla menos, entiende más” no es un curso más. Es una experiencia grupal, donde descubrirás junto a otras personas que escuchar puede ser la herramienta más transformadora de tu vida.

Porque cuando compartes el viaje con otros, aprendes el doble: ves tus propios reflejos en sus historias, practicas con ellos y construyes un cambio colectivo que potencia tu cambio personal.

Lo que viene

Este programa abrirá sus puertas a principios de 2026.
Será un punto de partida para quienes decidan vivir de otra manera: hablando menos, entendiendo más y conectando de verdad.

👉 La pregunta, entonces, no es solo “¿Qué cosas pueden cambiar tu vida?”.
La verdadera pregunta es:
¿Te atreves a escucharlas?

¿Qué cosas pueden cambiar tu vida?
Muchos pensarán en dinero, viajes, un nuevo trabajo, un gran golpe de suerte. Pero lo que de verdad transforma no suele venir de fuera, sino de lo invisible, de lo que no miramos porque vamos demasiado rápido.
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¿Tú también, Bruto?

Hay frases que atraviesan la historia como un cuchillo. Una de ellas es el mítico “¿Tú también, Bruto?” que se le atribuye a Julio César en el momento de ser asesinado. Más allá de si fue real o una licencia poética, la escena tiene una fuerza brutal: el hombre más poderoso de Roma, sorprendido y derrotado, al descubrir que entre sus atacantes estaba alguien de su total confianza.

Ese gesto resume el dolor de la traición. Y, sin embargo, lo más desconcertante es que muchas veces no hace falta un Bruto externo para destruirnos. Lo llevamos dentro.

El enemigo invisible

Todos tenemos un “Bruto interno”: esa parte de nosotros que sabotea nuestros sueños, que susurra dudas cuando estamos a punto de dar un paso, que nos apuñala con miedos disfrazados de prudencia.

Es la voz que dice:

  • “No vas a poder”.
  • “Te van a juzgar”.
  • “Mejor no arriesgues”.

El Bruto interno no grita, actúa en silencio. Se esconde en la postergación, en la inseguridad, en la autoexigencia excesiva. Y cada vez que le damos la razón, una parte de nuestra vida se queda en pausa.

La paradoja de la traición

Lo más duro de este Bruto no es que aparezca, sino que sale de nosotros mismos. ¿Cómo enfrentar a un enemigo que habla con nuestra voz? ¿Cómo no sentirnos traicionados cuando descubrimos que el freno está en nuestra propia mente?

Aquí está la paradoja: el Bruto interno no nació para destruirnos, sino para protegernos. Su misión secreta es mantenernos a salvo del fracaso, de la crítica, de la incertidumbre. Pero en esa sobreprotección nos encierra. Es como un guardián que, por cuidarnos, nunca abre la puerta de la jaula.

Dejar de ser víctima

La pregunta es: ¿qué hacemos con nuestro Bruto? ¿Lo combatimos? ¿Lo callamos? ¿Lo ignoramos?
No. El camino es más disruptivo: escucharlo.

Sí, escucharlo. Porque en su voz hay información sobre nuestros miedos más profundos. Si logramos prestar atención sin dejarnos dominar, el Bruto deja de ser verdugo y se convierte en maestro.

La escucha activa no se aplica solo hacia los demás, también hacia nosotros mismos. Preguntarnos:

  • ¿Qué parte de mí teme fracasar?
  • ¿Qué herida está intentando protegerme?
  • ¿Qué inseguridad necesita ser atendida para que no me sabotee más?

Cuando en lugar de callar al Bruto lo escuchamos con consciencia, deja de tener poder. Lo miramos de frente y entendemos su función.

El giro necesario

Imagina que cada duda, cada miedo, cada “no puedo” que te lanzas a ti mismo, es en realidad una oportunidad para descubrir una verdad interna.

  • Si tu Bruto te dice: “No eres suficiente”, quizá es hora de sanar la comparación constante con los demás.
  • Si tu Bruto te repite: “Te van a juzgar”, tal vez necesitas trabajar en tu autenticidad.
  • Si tu Bruto insiste: “No es el momento”, pregúntate si en realidad temes al fracaso… o al éxito.

El Bruto no se elimina. Se transforma.

Una nueva lealtad

La verdadera traición no es que aparezca esa voz. La traición real ocurre cuando dejamos que decida por nosotros, cuando renunciamos a vivir para no incomodar a nuestro miedo.

Hoy tienes la oportunidad de hacer algo distinto: convertir a tu Bruto en un aliado. Escuchar lo que teme y, aun así, avanzar. Reconocerlo, agradecerle su intención de protegerte y recordarle que quien decide eres tú.

Julio César no pudo evitar la puñalada de Bruto. Pero tú sí puedes elegir qué hacer con la tuya.

El día que logres mirar a tu Bruto interno y decirle: “Sé que intentas cuidarme, pero yo voy a seguir adelante”, ese día habrás dado el paso más valiente de tu vida.

Porque la libertad no se consigue cuando ya no hay miedos, sino cuando eliges avanzar a pesar de ellos.

¿Tú también, Bruto?

¿Tú también, Bruto?
Hay frases que atraviesan la historia como un cuchillo. Una de ellas es el mítico “¿Tú también, Bruto?” que se le atribuye a Julio César en el momento de ser asesinado. Más allá de si fue real o una licencia poética, la escena tiene una fuerza brutal: el hombre más poderoso de Roma, sorprendido y derrotado, al descubrir que entre sus atacantes estaba alguien de su total confianza.
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El camino de los 980 días

El camino de los 980 días, han pasado 980 días desde que decidí aprender italiano. No fue un impulso pasajero ni un simple pasatiempo. Fue una elección consciente, un compromiso conmigo mismo y con un sueño que aún tengo por delante.

Aprender un idioma no es únicamente acumular vocabulario o memorizar reglas gramaticales. Es mucho más: es aprender a equivocarse, a reírse de los propios errores, a volver a intentarlo aunque parezca difícil. Es, en esencia, el mismo proceso que viven mis clientes en Mauxita.com: cada transformación personal o profesional requiere tiempo, paciencia y constancia. No hay atajos, pero cada día cuenta.

La importancia de la rutina diaria

Mi rutina de estudio es simple pero firme: todos los días dedico tiempo al italiano. Además, casi cada jornada me reservo una hora para ver televisión italiana: noticieros, documentales, entrevistas. Ese contacto diario me mantiene cerca del idioma, incluso en los días en los que estoy cansado o desmotivado.

La lección es clara: lo que transforma no es la intensidad de un día concreto, sino la disciplina de muchos días seguidos. Un esfuerzo aislado puede parecer heroico, pero es la repetición la que genera resultados.

Con mis clientes ocurre lo mismo. Quien quiere cambiar su vida, mejorar sus relaciones, avanzar en su proyecto o recuperar la calma interior, necesita establecer rutinas. La constancia es mucho más poderosa que la inspiración momentánea.

Lo que el italiano me enseña sobre el cambio

En estos casi tres años de estudio he comprendido que los procesos largos no se miden en logros inmediatos, sino en avances invisibles que, de repente, un día se hacen evidentes.

Hay momentos de duda, de frustración, de sentir que no avanzas. En el aprendizaje de un idioma, eso se traduce en palabras que no salen, en frases que no entiendes, en errores que se repiten. En la vida de mis clientes, esos momentos se ven en obstáculos laborales, problemas personales o relaciones que parecen no mejorar.

Pero igual que con el italiano, si sigues practicando, si te mantienes en el camino, de pronto te das cuenta de que entiendes más de lo que creías, que hablas con más soltura, que avanzaste aunque no lo notaras.

Esa es la verdadera enseñanza: el progreso se construye en silencio, día tras día, hasta que se hace visible.

Constancia para alcanzar un sueño

¿Por qué quiero aprender italiano? Porque uno de mis propósitos es vivir en la Suiza Italiana. No es una huida de España, es un paso natural hacia una vida que quiero construir.

Ese sueño me recuerda todos los días por qué estudio, incluso cuando la motivación flaquea. Tener un propósito claro es lo que convierte la rutina en algo valioso. Y es lo mismo que trabajamos en Mauxita.com: ayudar a las personas a encontrar un motivo, una meta, una dirección que dé sentido a su esfuerzo diario.

980 días después sé que aún me queda camino para alcanzar el nivel C1 en italiano. Pero también sé que estoy mucho más cerca que cuando empecé. Eso es lo que quiero transmitir a quienes me leen o trabajan conmigo: la constancia nunca te deja en el mismo lugar, siempre te empuja hacia adelante.

El espejo de la vida

Estudiar un idioma es una metáfora perfecta de la vida. Se trata de escuchar antes de hablar, de exponerse aunque no se tenga seguridad, de aceptar que al principio se entiende poco… hasta que un día se entiende casi todo.

El aprendizaje del italiano me ha mostrado que la verdadera transformación no ocurre de la noche a la mañana, sino en la repetición paciente de cada día. Y eso, al final, es lo mismo que buscamos en Mauxita.com: acompañar a las personas en sus 980 días —o los que sean necesarios— hasta que logren el cambio que desean.

El camino de los 980 días

El camino de los 980 días, han pasado 980 días desde que decidí aprender italiano. No fue un impulso pasajero ni un simple pasatiempo. Fue una elección consciente, un compromiso conmigo mismo y con un sueño que aún tengo por delante.

Aprender un idioma no es únicamente acumular vocabulario o memorizar reglas gramaticales. Es mucho más: es aprender a equivocarse, a reírse de los propios errores, a volver a intentarlo aunque parezca difícil. Es, en esencia, el mismo proceso que viven mis clientes en Mauxita.com: cada transformación personal o profesional requiere tiempo, paciencia y constancia. No hay atajos, pero cada día cuenta.
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¿Es el estrés tu enemigo?

¿Es el estrés tu enemigo?, vivimos convencidos de que el estrés es una enfermedad, un monstruo invisible que viene a robarnos la calma, el sueño y hasta la alegría de vivir. Lo etiquetamos como “malo” y luchamos contra él como si fuese un enemigo a eliminar.

Pero aquí está la verdad incómoda: el estrés no es tu enemigo.
El verdadero problema es que nunca aprendiste a escucharlo.

El estrés es una alarma interna, un mensajero brutal que grita: “Algo no está funcionando. Presta atención.”
Lo que pasa es que, en lugar de escuchar, lo tapas con café, con redes sociales, con excusas, con “ya se me pasará”.

¿El resultado? Cada día más cansado, más perdido y más esclavo de una emoción que ni siquiera comprendes.

El estrés como brújula

No viene a destruirte, viene a guiarte

Imagina que el estrés fuese como el dolor físico. Si te duele una pierna, no te enfadas con el dolor: entiendes que hay algo que atender. ¿Por qué no hacemos lo mismo con el estrés emocional?

El estrés señala la incoherencia entre lo que vives y lo que necesitas.

  • Cuando trabajas en algo que no soportas, aparece.
  • Cuando finges estar bien y por dentro te derrumbas, aparece.
  • Cuando vives en piloto automático, aparece.

No para destrozarte, sino para gritarte: “¡Despierta!”

En lugar de huir del estrés, ¿qué pasaría si lo usas como brújula para volver a ti mismo?

El enemigo real no es el estrés

Es tu silencio interior

Lo perturbador no es tener estrés. Lo perturbador es que nadie te enseñó a escucharte. Nos educaron para competir, producir, sonreír aunque por dentro estemos rotos.
¿Y qué hacemos cuando el estrés se vuelve insoportable? Pastillas, distracciones, autoengaño.

El enemigo real no es el estrés: es tu incapacidad para detenerte y sentirlo.

Estrés y poder personal

Lo que nadie te dice

Aquí viene la parte disruptiva:
El estrés puede ser tu mejor maestro si te atreves a enfrentarlo de frente.
Cada vez que lo ignoras, pierdes poder.
Cada vez que lo escuchas, recuperas libertad.

El estrés te muestra el mapa de tus límites:

  • Si estás agotado, te grita que pares.
  • Si estás frustrado, te grita que cambies.
  • Si estás ansioso, te grita que vuelvas al presente.

La pregunta no es si tienes estrés. La pregunta es: ¿vas a seguir huyendo o vas a usarlo como una herramienta de transformación?

¿Qué tiene que ver Mauxita en todo esto?

Mauxita no es un refugio para escapar del estrés.
Es un espacio para mirarlo de frente.
Aquí no tapamos lo que sientes con frases bonitas ni soluciones rápidas. Aquí lo transformamos en claridad.

Entras con ruido mental, sales con una respiración distinta.
Llegas con mil pensamientos, te vas con uno: “sí, puedo con esto”.

Porque el estrés no desaparece por arte de magia. Se disuelve cuando aprendes a escucharlo.
Y eso es exactamente lo que hacemos en Mauxita: devolverte el poder de escucharte y entender qué quiere decir tu cuerpo y tu mente cuando gritan “¡basta!”.

La invitación final

No te preguntes cómo eliminar el estrés.
Pregúntate qué quiere enseñarte.

El estrés no es tu enemigo. Es tu espejo.
Y en Mauxita te acompañamos a mirarlo sin miedo, hasta que se convierta en tu brújula.

Mauxita.com – El lugar donde el estrés deja de ser enemigo y se convierte en maestro.

¿Es el estrés tu enemigo?

¿Es el estrés tu enemigo?, vivimos convencidos de que el estrés es una enfermedad, un monstruo invisible que viene a robarnos la calma, el sueño y hasta la alegría de vivir. Lo etiquetamos como “malo” y luchamos contra él como si fuese un enemigo a eliminar.

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No todos mis clientes tienen éxito

Cuando alguien escucha la palabra coaching piensa en transformación, logros y metas cumplidas. Y sí, muchas veces es así. Pero hoy quiero hablar de lo que casi nadie cuenta: de esos procesos que no terminan en la historia de éxito que se espera.

Hace un tiempo trabajé con Mario, un hombre de 63 años de Galicia. Llegó a mí con un objetivo claro: quería crear un proyecto que le diera estabilidad, algo que le permitiera vivir con dignidad. Yo me comprometí con él, como hago siempre, poniendo todas mis herramientas de coaching y programación neurolingüística a su disposición.

El camino no fue fácil. Mario solía decirme: “esto no lo puedo hacer”. A veces mostraba ilusión, pero pronto volvía a cambiar la idea. Los meses pasaban y el proyecto se transformaba tantas veces que nunca llegaba a tomar forma. No digo que fuese culpa suya, sino de sus circunstancias. La vida no siempre nos da la energía, el tiempo o la estabilidad emocional para perseguir objetivos grandes.

Llegó un punto en el que decidimos cambiar de enfoque. Dejamos de buscar “la empresa” y empezamos a trabajar la escucha activa. No se trataba ya de perseguir un sueño concreto, sino de acompañarle en lo que iba viviendo día a día. Que pudiera hablar, desahogarse, poner en palabras su mundo interior y, al menos, sentirse escuchado.

Durante meses compartimos conversaciones profundas. Yo estaba ahí, presente, atento, sosteniendo su espacio. Pero un día me dijo que quería parar. Que no tenía fuerzas. Que no podía seguir.

Y aquí viene la pregunta incómoda: ¿debería sentirme frustrado porque Mario no alcanzó su objetivo?

Podría decir que sí. Podría pensar que no hice suficiente, que fallé como coach. Pero también sé que puse todo de mí en cada sesión. Preparé, escuché, acompañé. Y también sé que, después de las sesiones, él no siempre trabajaba lo necesario. No lo digo como reproche, sino como un hecho: sin acción, el cambio es casi imposible.

Entonces, ¿de quién es la responsabilidad cuando un proceso no termina en éxito?
¿Del coach, del cliente… o de ninguno?

La verdad es que a veces el resultado no depende de nosotros. Depende de las circunstancias, del momento vital, de la fuerza interna que tenga la persona para seguir caminando aun cuando el terreno se vuelve empinado.

Lo que aprendí con Mario es algo que quiero compartir contigo: el coaching y la escucha activa no son varitas mágicas. No siempre llevan a un final feliz. Pero eso no significa que no tengan valor. Porque incluso cuando el objetivo no se alcanza, el simple hecho de haber tenido un espacio seguro donde hablar y ser escuchado ya es un avance.

Y sí, confieso que me dolió. Porque uno siempre quiere ver florecer a la persona que acompaña. Uno sueña con escribir historias de éxito. Pero también es honesto reconocer que la vida no siempre se dobla a nuestras expectativas.

Hoy, mirando atrás, pienso que el proceso con Mario fue valioso, aunque no tuviera un final de película. Quizás él no logró la empresa que quería, pero tuvo alguien que lo escuchó en momentos en los que sentía que no podía solo. Y a veces, eso ya es suficiente.

Así que si alguna vez te preguntas si todos los clientes de un coach tienen éxito, la respuesta es clara: no. No todos lo logran. Pero eso no significa fracaso. Significa que el proceso fue humano, real, imperfecto.

Y esa, quizás, sea la parte más auténtica del coaching.

No todos mis clientes tienen éxito

Cuando alguien escucha la palabra coaching piensa en transformación, logros y metas cumplidas. Y sí, muchas veces es así. Pero hoy quiero hablar de lo que casi nadie cuenta: de esos procesos que no terminan en la historia de éxito que se espera.

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Julia dejó de llorar

Hace dos años, Julia llegó a mí como clienta. Casada, con un hijo, y aparentemente con todo en orden, pero con un llanto silencioso que la acompañaba día tras día.Se sentía sola incluso estando acompañada, y cargaba con 15 kilos de más, que no eran solo peso físico: eran el reflejo de la culpa, de la complacencia y de años diciendo “sí” cuando realmente quería decir “no”.

Lo curioso es que Julia no vino por el peso, ni por su matrimonio, ni por su hijo. Llegó porque ya no podía más con su tristeza.

Descubriendo lo que nadie le había dicho

Desde la primera sesión de coaching con PNL, quedó claro: Julia se quería poco. Su vida giraba en torno a los demás, siempre preocupada por agradar, por complacer, por cumplir expectativas externas. Sus propios deseos y límites habían quedado sepultados bajo la necesidad de ser “buena”.

En ocho sesiones, trabajamos juntos para que Julia pusiera reglas en su vida. Aprendió que decir “no” no es egoísmo, que priorizarse no es injusto y que el amor propio no se negocia. Poco a poco, fue descubriendo que la felicidad no es algo que alguien más te dé, sino que nace al reconocerse y cuidarse a uno mismo.

La magia de la escucha activa

Tras esas sesiones, pasamos a un trabajo más profundo: la escucha activa. Aquí no se trata de fórmulas ni de charlas superficiales: se trata de aprender a escucharse, de identificar lo que realmente duele y de trabajarlo día a día.

Julia comprendió que la transformación no ocurre solo en la sesión. Lo más importante es lo que sucede cuando nadie te ve: cómo respondes a los retos, cómo mantienes tus límites, cómo eliges cuidarte en medio del caos de la vida cotidiana.

Hoy, Julia es otra persona

Hoy, Julia ya no llora en silencio. Su matrimonio es más auténtico, su relación con su hijo más ligera y cercana, y ha logrado perder 9 kilos de forma natural, sin dietas extremas, porque ahora su cuerpo refleja su mente más clara y tranquila.

Pero lo más importante no es la báscula. Es que Julia se pertenece a sí misma. Se permite decir “no”, descansar, equivocarse y vivir a su manera. Ha aprendido que su valor no depende de lo que los demás esperan de ella, sino de cómo se cuida y se respeta cada día.

La lección de Julia

Esta no es solo la historia de alguien que mejoró su físico o su relación familiar. Es la historia de alguien que comprendió algo que muchos olvidamos:

  • Cuidarse no es egoísmo.
  • Poner límites no te hace mala persona.
  • Amarse primero es un acto de valentía y supervivencia emocional.

Julia es prueba viva de que el cambio profundo ocurre poco a poco, con disciplina, claridad y acompañamiento, y que dejar de llorar empieza cuando decides ponerte a ti misma primero.

Julia dejó de llorar

Julia dejó de llorar
Hace dos años, Julia llegó a mí como clienta. Casada, con un hijo, y aparentemente con todo en orden, pero con un llanto silencioso que la acompañaba día tras día.Se sentía sola incluso estando acompañada, y cargaba con 15 kilos de más, que no eran solo peso físico: eran el reflejo de la culpa, de la complacencia y de años diciendo “sí” cuando realmente quería decir “no”.
Lo curioso es que Julia no vino por el peso, ni por su matrimonio, ni por su hijo. Llegó porque ya no podía más con su tristeza.

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