Qué siente el cliente al tener su primera charla conmigo es algo que pocas veces experimenta en su día a día: un espacio donde puede hablar libremente, sin juicios, y ser realmente escuchado. Al principio, suele haber una mezcla de curiosidad y cierta desconfianza: “¿Me entenderá? ¿Podrá ayudarme?”. Algunos llegan con expectativas concretas, otros con dudas sobre si esto les servirá para algo.
Desde el primer minuto
Mi objetivo no es ofrecer soluciones inmediatas ni empezar un proceso de coaching, sino comprender al cliente, sentir qué le preocupa y cuáles son sus verdaderas necesidades. Para la persona, esto puede generar sorpresa: no todos esperan que alguien dedique tiempo completo a escucharles, preguntar y explorar su situación sin presionarlos. Esa sensación de ser realmente comprendido produce un alivio sutil, incluso antes de que surja cualquier propuesta de trabajo.
Durante la charla, la mente del cliente alterna entre explicarse a sí mismo, reflexionar sobre lo que dice y percibir cómo lo recibe la otra persona. Pueden aparecer pensamientos como “Nunca me habían preguntado esto así” o emociones que habían estado contenidas. Algunos sienten claridad, otros confusión temporal, y todos experimentan el simple hecho de ser escuchados activamente. El cuerpo también responde: se relaja, la respiración se hace más tranquila y a veces se nota un leve cambio de postura, como si soltaran un pequeño peso emocional.
Al final de la charla
Surge un momento de decisión compartida: entre los dos evaluamos si continuar con coaching PNL, escucha activa, mejora de relaciones o si quizá es mejor que busque otra alternativa que se ajuste más a sus necesidades. Para el cliente, esto puede ser liberador: no se siente presionado, sino acompañado en la exploración de su situación y en la elección de la mejor vía para avanzar.
Incluso
Si no llegamos a trabajar juntos, muchas personas salen con algo valioso: sentirse comprendidas, haber puesto en palabras lo que les preocupaba, y una sensación de claridad sobre sus próximos pasos. Esa primera charla no es una sesión formal, pero marca un antes y un después en la forma en que el cliente se relaciona con su problema y consigo mismo.


